Una de las misiones más importantes en Dos Cuerpos es entender el trasfondo de todos nuestros productos, desde quién lo elabora, por qué y cómo, pero también el aspecto histórico, social y artístico que han tenido nuestros productos. Es por eso que queremos compartir las obras de diferentes artes que hacen alusión a los productos que manejamos. En esta ocasión, les compartimos la leyenda de Mayahuel: la Diosa del Maguey.
Mayahuel nació en el mundo celeste, con ojos brillantes y con mejillas rojas como la punta de la aguja que condenó a Aurora. Su abuela la cargó de recién nacida y en ese momento, como presagio, sintió el peso de todas sus acciones: su fuerza inexplicable le asustó y recomendó que su destino fuera alejada de los demás dioses. Así, encerrada en su mundo de ensueño, soñaba celosa los sueños de Segismundo. En su cuarto, tapizado por espejos, hablaba consigo misma y, bajo la tutela de la abuela, dudaba cada vez más de su habilidad de escapar. Su cuarto estaba abrumado de plantas hermosas que crecían durante décadas y le producían tanta alegría que ni siquiera se acordaba de su encierro, pero al caer la noche, padecía la maldición de no poder compartir aquella alegría que le brindaban las plantas.
Mayahuel demostraba ser una niña social y con una inteligencia tal que le brindaría a la humanidad miles de verdades escondidas para ellos. Aún así, la abuela no le permitía su libertad a Mayahuel pues los humanos solían caer irresponsables costumbres. De repente, de su ventana se acercó una serpiente de hermosos colores, con plumas más suaves que las del ganso y más bellas que las del cisne, eran colores alegres de quetzales imposibles, y así como los peces que vuelan, este se levantó ante la impresión de Maya, y en los altos techos de su cuarto, voló el misterioso animal. Quetzalcoatl recobró su forma original y con sus ojos fuertes como los de un toro, enfrentó a Mayahuel y así recobró un valor había perdido por su abuela celestina. Juntos, se escabulleron de la tutela de su abuela y atravesaron selvas que se convertían en desiertos, sierras cañadas, montañas y valles con más agua que en cualquier mar. En su travesía, se enamoraron. Al mismo tiempo, para su desgracia, los hermanos de Maya habían emprendido su búsqueda en busca de la irresponsable y rebelde hermana. Maya convenció a su amante de convertirse en plantas para evitar ser reconocidos por sus hermanos. Maya se convirtió en una planta demasiado hermosa, que se abría a los cinco soles, a los nueve infiernos y a los siete cielos, espadas de hojas sin tallo, rígida por fuera y suave por dentro, adornada por una corona de púas que rodeaba su verde cuerpo. Su hermosura la condenó, como le sucedió a Carmen Mondragón, pues fue de esta forma que sus hermanos la reconocieron y la destrozaron cruelmente. Quetzalcoatl recobró su forma y sin poder dejar de llorar, tomó cada parte de su amada y la sembró con ternura y cariño. Esta fue la única noche triste, donde Quetzalcoatl lloró y con sus lágrimas le dió vida a las raíces secas de Mayahuel.
Es por eso que se dice que, al viajero que ande perdido y sediento, será salvada por el agua del cuerpo de esta diosa.
Lamentablemente, Maya no pudo conseguir su forma verdadera pero aún así, en cada una de sus formas, logra dar vida. Donde hay un maguey, la vida abunda; las abejas, los murciélagos, las mariposas y los guerreros colibríes polinizan; los humanos utilizamos sus fibras como material de costura, como combustible, construcción.
Esperamos haya sido de su agrado y si tienen alguna sugerencia o comentario, estamos al pendiente.
También ver:
https://www.gob.mx/senasica/articulos/un-regalo-de-los-dioses-el-agave
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